jueves, 28 de diciembre de 2006

MI PRIMERA COMETA DE VERDAD

MI COMETA DE “VERDAD”

Ese color me recordó el papel en el que se envolvían los caramelos que llamaban “arrancaduelas”, era de un rojo profundo, de esos inconfundibles. ¡claro!, seria inconfundible en ese cielo.... era el color de mi primera cometa, y que jocosamente le decía de “verdad”, no de las que se fabrican con cualquier hoja arrancada de un cuaderno, y a la que se le hace un pequeño orificio donde le introducíamos un hilo barato y la halábamos para hacerla volar, para que después de varios intentos se tornara el juego aburrido y tedioso de ver a la cometa estrellarse en el piso; y pasábamos a jugar con la pelota o simplemente entrábamos a la casa con la cara larga y desinflada. No, la cometa... que pasa por mi memoria después de casi 20 años, al mirar por la ventana a otras cometas surcando junto a las aves de rapiña en el cielo, fue de este color rojo intenso-casi sangre.... y es que fue en esa montaña desgastada por el tiempo donde volé mi primera cometa sexagonal... mi mamá y mi papá, nos habían acompañado en tal maniobra, y no estaba sola, resulta que nací con otra parecida a mi, tal vez más gordita y con la cara redonda, era mi hermana gemela, ella también gozaba de tener una cometa igual que la mía.... a esa montaña nos llevaron cuando teníamos cinco años, cuando mi mamá y mi papá solían tener los alientos de la crianza de las primeras hijas.... de ellos recibimos todo el afecto por ser primerizos como se le dice en esta tierra a quienes reciben los primeros retoños... de hijas. Con sus ganas sembraron en nosotras esas pequeñas hazañas ... de luchar contra el viento, de tener la pita una y otra vez para que por fin se sostuviera con el viento.... aunque el recuerdo no sea nítido, pienso en las sonrisas aparecidas en nuestros rostros... en las sonrisas de mi papá y de mi mamá, pero también en la frustración de ver las cometas caer... una y otra vez al suelo para buscarlas en ese matorral, como le pasó al niño que me despertó, pues gritaba: dígale al niño que encontré su cometa, que yo ya encontré la mía y gritó una y otra vez mientras a su compañero le llegaba la noticia de su cometa desaparecida...hasta que me arrancó el sueño de domingo en la tarde. Ese instante repetido por generaciones se sigue sembrando en esta montaña de tierra roja y amarilla... se sigue gestando y se seguirá viviendo en los recuerdos de otros niños y niñas ya crecidos y crecidas, con más prejuicios y con menos preguntas de la vida. Ahora, me considero afortunada y agradecida, hubiera volado la cometa de “verdad”, porque me ha recordado esto, porque me ha recordado a mi mamá, a mi papá y a mi hermana y por qué no, un recuerdo colectivo de cuando volaron sus primeras cometas.